100. No te recuerdo todas las falacias de tus enemigos porque son infinitas. Observa, sin embargo, las más burdas —ante las turbas, las más eficaces—: el argumento de autoridad —ipse dixit!: citar mil autores de prestigio, que pocos han leído—; refugiarse en la mayoría —falacia ad populum—; remover los sentimientos contra la razón —si la masa llora, se somete—; los intentos más o menos solapados de infundir temor —falacia ad baculum: «quien no admita esta política, que se atenga a las consecuencias»—; pretender que de unas premisas insuficientes se siga determinada conclusión; la subrepticia petición de principio o: partir de lo que se debe demostrar; traficar con equívocos y ambigüedades; confundir mediante distinciones sutiles —desconocidas hasta hace poco por la Humanidad entera—; hacer caer la verdad, que tú defiendes, bajo categorías socialmente desprestigiadas; provocar la ira del adversario; montar un ataque personal, insultar, ser tan rudo y zafio que solamente los más duros se atrevan a resistir. —En pocas palabras, alerta: no te dejes impresionar por el arte de engañar.
martes, enero 27
martes, enero 20
Renunciar a la sofística: dominarla
99. Domina los argumentos de los sofistas —esos esquemas de argumentación falaz y convincente— para desenmascararlos, refutarlos, ridiculizarlos. —Para no usarlos tú jamás.
martes, enero 13
La sofística, ¿insuperable?
98. El arte de engañar a los ignorantes y de humillar a los sabios, la técnica de la falacia y de la burla, se ha perfeccionado hasta el infinito. Nos parece ahora insuperable.
martes, enero 6
Entrenarse para hablar
97. Estudia la retórica clásica: Aristóteles, Cicerón. —Estudia bajo la vara de un maestro de teatro riguroso, que te corrija, que pula tu lengua y tus manos, realce tu aire y haga penetrante tu mirada. —Si no estudias, si no entrenas, si no gritas y declamas hasta entrelazar tu lengua en las palabras, ¡jamás serás un hombre de acción pública!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)